Con la mirada puesta hacia la avenida Balzar, sus frágiles manos empiezan a desgajar un bulto de cartones que ha compilado durante toda su jornada de trabajo. Los ordena bajo calzado y, finalmente, los recoge para llevarlos vender.
Además del reciclaje, se dedica a pedalear un triciclo. Pedalea en el centro de la ciudad transportando personas a un valor de veinticinco centavos, esto a pesar que los dolores de rodilla son cada vez más fuertes y frecuentes.
Con la voz algo descompensada, relató que su trabajo depende de la suerte, hay días muy malos donde la ganancia solo alcanza para una comida; y “hay días buenos que son malos, porque aunque haga un par de dólares más, en las noches no aguanto el dolor en las rodillas y plata para hacerme ver, no tengo”.
El reciclaje y el triciclo, son dos oficios poco rentables, comentó, especialmente para él, que a su edad las fuerzas decaen.
En soledad. El adulto mayor espera tener la compañía de sus tres hijos y no pasar solo en su cuarto el Día del Padre. “No quiero pasar con ‘soledad’ este día”, dijo con una fingida risa para regatear la nostalgia.
Él vive solo en una habitación del viejo hotel Vinces, donde trabajó hace varios años. Contó que el propietario del añejo edificio, Selby Elizalde, le ha permitido ocupar un dormitorio sin pagar alquiler, detalle que agradece.
Sobre el advenimiento del Día del Padre, dijo que “ser padre es una gran responsabilidad que Dios nos da a los hombres. Ser padre no es solo hacer los hijos sino saber criarlos. Quizás uno no puede darles todo lo que ellos quisieran, pero en la pobreza, el amor es la riqueza más importante”.