La autoestima está relacionada con la forma en la que cada persona se percibe a sí misma desde el punto de vista físico, intelectual, social, profesional, familiar, etcétera. Tiene mucho que ver con lo que cada uno espera de sí mismo; es decir, de sus propias expectativas y no con lo que la persona es en realidad.
Como es de suponer, la capacidad de percibirse a sí mismo como un ser autónomo, independiente y con un determinado valor no es una habilidad innata; es decir, no se nace con ella, más bien es algo que se aprende y se va desarrollando a lo largo de la vida, como resultado, en primera instancia, de lo que se observa y se aprende en el seno familiar, para continuar con lo que se observa y se aprende en la escuela, la sociedad y los otros contextos en los que se desarrolla.
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La autoestima depende de los factores ambientales que rodean al individuo durante su desarrollo, así como de las experiencias que se le presentan a lo largo de su vida, aunque también está impregnada de factores cognitivos, porque no solo se trata de lo que la persona vivió y cómo lo vivió, sino de cómo su cerebro interpretó esa experiencia y lo que aprendió de ésta.



Para una mayor claridad acerca del tema se invita al lector a reflexionar con el siguiente ejemplo.
Después de un momento difícil a la hora de la comida, una madre cansada de que sus dos hijas no acepten comer la sopa de verduras que con tanto amor y esfuerzo los había preparado, decide salir a dar una vuelta al parque que se encuentra frente a su casa con ánimo de despejarse. Sus dos pequeñas la acompañan ilusionadas y alegres, sin percatarse siquiera del mal rato que acaba de tener su madre. Ya en el parque las niñas observan a un vendedor de helados y sin pensarlo le piden a su mamá que les compre uno. La madre, que aún está molesta por el tema de la comida, contesta de mal talante: “No voy a comprarles helado porque no comieron bien.
Ninguna se lo merece”. La primera niña interpreta el tono de su madre como de preocupación, piensa que su mamá la quiere y que desea que coma bien para que crezca saludable; por tanto, el incidente le deja una percepción de amor y cuidado materno que hace crecer su sentimiento de valía. Por su parte, la segunda niña interpreta el tono de su madre como enojo.
Piensa que es injusto que su madre la prive de un helado solo por no haber comido una sopa que sabía fea. Además, tiene hambre y el helado le hubiera caído muy bien; por tanto, el incidente le deja una percepción de maltrato y acrecienta su sentimiento de no merecer. Cuando sean adultas, cada niña tendrá una percepción distinta del mismo evento; para una de ellas su madre fue una mujer extraordinaria que la hizo sentir amada y protegida, así que tendrá una alta autoestima; para la otra, su madre fue una maltratadora que no la quiso, por lo que tendrá una baja autoestima.
Desde luego, el ejemplo anterior es ficticio y muy simplista, pues las personas no forjamos nuestro criterio ni desarrollamos nuestra autoestima con base en un solo evento de nuestra vida; sin embargo, sirve para representar cómo un mismo evento es percibido por dos personas en formas muy distintas. Como podemos ver, la autoestima tiene mucho que ver con la percepción, de ahí la importancia de ejemplificar con mucha claridad el tema.
Fuente: file:///C:/Users/COMPUDELTA/Downloads/Autoestima%205.pdf